Retrato de José Rodao es el título de esta obra que el pintor Ignacio Zuloaga (1870-1945) realizó en 1913, durante el último otoño que trabajó en Segovia antes de inaugurar su casa de Zumaya. El pintor eibarrés premió así la fidelidad y el apoyo de un hombre clave para conocer su etapa segoviana, el poeta y periodista José Rodao Hernández (1865-1927), con quien mantuvo una estrecha relación de amistad.
Ignacio Zuloaga nació en Éibar (Guipúzcoa) en el seno de una familia de artistas. De su padre, Plácido, hermano del ceramista Daniel Zuloaga Boneta, recibió una formación básica que luego completó en Roma y París. En la capital francesa se benefició de los numerosos movimientos expresivos del momento y se relacionó con artistas de relevancia. En 1898 conoció Segovia a través de su tío Daniel. Cautivado por la decadente belleza de la ciudad, en ella decidió trabajar aprovechando los otoños. Así lo hizo hasta 1914, cuando abrió su casa de Zumaya. Reseña Lafuente Ferrari que en Segovia encontró Ignacio el “equilibrio” y “un reposo propicio para la creación” alejado del mundanal ruido del París de modernistas y bohemios.
En el otoño de 1913, consciente de que ya no volvería con tanta frecuencia, Ignacio decidió pintar un retrato de su buen amigo Rodao y regalárselo. Zuloaga representó al poeta tal y como era, con sus casi cincuenta años de edad, el rostro tocado de bondad y aguda ironía, calado el sombrero, sus quevedos, su poblado mostacho… ¡Qué ilusión le hizo! El segoviano se sentía el mismísimo Góngora retratado por Velázquez.
De pluma fácil y prolífica, no tardó el poeta en dedicar al cuadro unos versos que publicó en la revista La Ilustración Española y Americana el 8 de enero de 1914:
Zuloaga, ese Velázquez de nuestro siglo veinte,
ha hecho de mi cabeza una obra sorprendente.
¡Por ella me darían de fijo un capital!
Y es natural que sienta un placer infinito,
al ver que mi cabeza, cabeza de chorlito,
si la pongo a la venta me vale un dineral…
Rodao colgó el retrato en la pared más noble de la casa. El poeta murió en 1927 y su esposa e hijas se trasladaron a Madrid posteriormente. La obra de Zuloaga permaneció con ellas varias décadas, hasta que decidieron venderla al Estado. Desde entonces se exhibe en el Museo Zuloaga, instalado en el interior de la iglesia de San Juan de los Caballeros, antigua casa y taller de Daniel Zuloaga. En el vértice inferior derecho, el cuadro lleva una dedicatoria: ‘A José Rodao. Su amigo, I. Zuloaga’. (Texto: Carlos Álvaro.)
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