La Asamblea de Extremadura acoge durante este mes de septiembre la exposición Hipérbole, pinturas de Ernesto Montero, que podrá visitarse en el Salón de Pasos Perdidos.
La primera vez que vi la obra de Ernesto Montero fue en Moraleja, su pueblo. En esa ocasión la muestra se llamaba Syntagma, y con ella el artista tenía un doble propósito. Por una parte, deseaba agradecer a sus paisanos su generosidad y solidaridad con su familia y, por otra, reunir fondos para asistir en Estados Unidos a un congreso sobre enfermedades ultrarraras.
Sí, no estamos ante un artista más. Ernesto ha recurrido al arte para sobreponerse a una situación
sencillamente dramática a nivel humano. Sus cuatro hermanos habían contraído neuroacancitosis, una enfermedad ultrarrara y devastadora que ha transformado en poco tiempo su paisaje familiar, a la par que ha contribuido a que Ernesto salga de su periodo de reflexión y se ponga manos a la tarea de expresar todo lo que bulle en su interior.
La obra de este pintor autodidacta extremeño que ha recorrido medio mundo, influido por grandes
como Pollock, sumerge al espectador en un universo de formas infinitas, que bien pueden ser una representación de lo mínimo o de lo máximo, el microcosmos que se confunde con el macrocosmos. En todo caso, sus pinturas nos instalan en una atmósfera irreal, casi onírica.
Ernesto Montero es un pintor muy comprometido con su arte, con su propia vida y con la de su entorno.
Desde la Asamblea queremos servir de caja de resonancia para su mensaje de agradecimiento al pueblo extremeño y, al mismo tiempo, llamar la atención de la opinión pública sobre estas situaciones y esta enfermedad que, por ser tan poco frecuente, encuentra más dificultades para que se le preste atención tanto en el terreno de la investigación como en el de la industria farmacéutica
Espero de corazón que su obra os conmueva como a mí. Gracias, Ernesto.
Blanca MARTÍN DELGADO
Presidenta de la Asamblea de Extremadura
HIPÉRBOLE, SUTIL TRANSCENDENCIA
La vida del artista es compleja y sutil;
y la obra que surja de él producirá lógicamente,
en el público capaz de apresarlas,
emociones tan multiformes
que nuestras palabras no podrán representarlas.
Vassily KANDINSKY
Sumando lo accidental y lo deliberado, llega Hipérbole. Exposición contundente cual golpe de gracia. Hiperbólica en sí misma porque abarca conjuntos de obra e ideas de varias etapas que Ernesto Montero (Moraleja, 1961) ha sabido captar, trazo a trazo, hasta conformar un tablero de emociones universales.
El arte abstracto declara su inherente necesidad de expandir los márgenes de lo real abarcando el mundo interior del artista que lo ejerce y la expresión de sus emociones y sentimientos. Las concreciones, en este caso, dependen de tres preceptos que parten de múltiples realidades, pero de un solo punto de vista. El primero de los preceptos se centra en lo específico, en lo único, y esa singularidad estriba en la expresión de la personalidad del artista. El segundo, establece al propio artista como sujeto contextualizado, inmerso en el color local de los lugares que lo han influenciado y de los cuales expresa una mirada personal inequívoca, precisa. El tercero preconiza al artista como hacedor de una obra específica que completa el espectro del arte universal.
Hipérbole entreteje los tres preceptos espirituales del arte a través de obras en las que confluyen la mirada reflexiva del artista; la transición desde la exuberancia rural de Extremadura hasta la amplitud oceánica, las metrópolis del mundo hasta alcanzar, otra vez, el caudal verde olivo de la dehesa y las llanurascampestres. Es un conjunto que imposibilita el close up, pero fomenta la mirada panorámica en cenital y admite la participación activa de observadores diversos.
Luego está el color, como verdadero instrumento del artista para generar el movimiento y la evolución emotiva de forma deliberada. De hecho, la serie que mejor refleja esta intención cromática proviene de una de sus más recientes exposiciones, Syntagma. La integración de ocres, grises y gradaciones de negro a un mismo tablero de cartulinas ensambladas, en el que se advierten las secuelas del incendio voraz que pespunteó la sierra de Gata en el verano del 2015, es, al mismo tiempo, un grito de dolor y un canto a la esperanza y a la solidaridad.
Ernesto crea y recrea un universo paralelo en el que naturaleza y pintura establecen un diálogo infinito. El verde del paisaje prevalece en la paleta cuando mejor está el campo, y viceversa. La ciudad se estructura mientras el pincel organiza parámetros de convivencia. Es el afán creativo y de apego a los hechos circundantes la actitud que describe a Ernesto Montero como iluminador de momentos que han dejado una huella sutil, aparentemente intrascendente y efímera si se mira desde la inmediatez, pero determinante si se apela al largo plazo.
¿Cuántos eventos de la historia natural de las naciones habrían pasado desapercibidos en la actualidadde no ser por reveladoras huellas pictóricas muchas veces cubiertas de anonimato? ¿Cuántas podrían pasar desapercibidas en el futuro si nos quedamos varados junto al mainstream y en el bombardeo visual e irrelevante? ¿Cuántas si las sensaciones imperecederas no quedan debidamente registradas? Con Syntagma, Montero enfatizó nuestro poder de observación ante una sucesión de acciones humanas que van desde la destrucción soterrada y sibilina hasta la reconstrucción colectiva de un paraje natural. Cartulinas y lienzos que constituirán, en el futuro inmediato, una crónica relatada desde elevados niveles de abstracción
con trazos sumamente terrenales. El artista como parte del paisaje, también determina su contexto y convierte su obra en contenedor de emociones compartidas.
Frente a un observador-conocedor de su pulsión viajera, esos vínculos emocionales podrían establecerse desde cualquiera de sus pinturas. Es fácil observar en su obra de 2006-2010 cómo la influencia neoyorkina produjo un ensanchamiento prodigioso de sus métodos de trabajo. Primero al mezclar el dripping bebido de la mejor action painting con bases inspiradas en abstracciones geométricas y, acto seguido, cuando se encomendó al imaginario de paisajes urbanos superpuestos sin fondos de color.
Pero si novedades tiene Hipérbole como exposición que motiva este catálogo, son las estimulantes creaciones realizadas por Ernesto Montero en esta última etapa. Prolífico 2016. Porque ha sido un año deliberadamente solitario, en el que el artista comenzó a otorgar sentido a largas estancias en su estudio de Moraleja al realizar allí sus investigaciones sobre colores, formas y superficies. El resultado son símbolos poéticos dictados directamente al lienzo desde un estado de consciencia residual o acentuada. Dos extremos conceptuales unidos por solo una de sus partes. Son fijaciones hiperbólicas y obras de lo real. Algunas de ellas incluso resueltas sin mayor pretensión que el regocijo de la creación misma. Tal como explicaba el artista en una de nuestras conversaciones on line, «no hay nada intencionado, todo se forma por su propia
fuerza; por mi parte, mínima intervención».
Hipérbole es también reflexión sobre los márgenes del expresionismo abstracto, corriente contemporánea a la que el artista permanece apegado desde su temprano despunte en el contexto sociocultural de Extremadura y con la que ha perfilado un crescendo perpetuo. La evolución viene dada porque sus obras no están destinadas al terreno baldío –pero también necesario– de la mera contemplación, sino que recogen vivencias y sensaciones conscientemente transformadas a posteriori. La obra de Montero ofrece una imagen perdurable de la experiencia. Como si de una maquinaria con verbum pictórico recorriendo cientos de kilómetros cada día para acaparar horizontes y metamorfosis se tratara.
A través de las múltiples menciones y preocupaciones de Ernesto Montero alrededor la historia del arte, materia de la que es un estudioso autodidacta y profundo, pueden trazarse líneas imaginarias y asociativas entre sus más importantes o sutiles influencias pasadas y actuales. Una vez más aparece en hipérbole su capacidad cosmogónica para establecer puntos de unión entre la admiración por Luis Canelo (Moraleja, Cáceres, 1942), el background del brillante Arshile Gorky (Armenia 1902-Nueva York 1948), el ingenio de Pollock1 y sus continuas visiones creadoras que atesora cual exégeta. Representaciones e intersecciones que el artista guarda en su mente y los somatiza como síntoma manifiesto en sus estudios, pinturas y escritos y meditaciones.
1 Jackson Pollock.
Con mayor nitidez, en su obra más reciente se observan búsquedas y tanteos convertidos en concreciones. Son pequeñas series dependientes de estructuras asociativas en las que se atisban influencias del Colour-Field Painting. Elegías al color en relación con la superficie. Nuevas incorporaciones de plateado y dorado como parte de la invasión de metáforas proporcionadas por sus sueños intelectuales, en los que Extremadura pudo llegar fácilmente a Michigan, en cuya universidad inauguró recientemente una breve exposición en el contexto de un congreso relacionado con las circunstancias especiales de su familia.
En la evolución sin altibajos de la obra de Montero, hay un eje común, cierta persistencia de formas que, aunque repetitivas, dejan entrever el trazo firme y sosegado de un pintor talentoso que dejó atrás su excelencia como dibujante para adherirse a corrientes menos encorsetadas que hicieran volar su trazo y elevar su búsqueda hacia nuevas interpretaciones. Nuestras interpretaciones sin limitaciones verbales en las que luces y penumbras fluctúan por igual.
El primer visionado de sus obras me llevó directamente a las composiciones de gran formato que el artista norteamericano Robert Motherwell dejó como legado en la serie de trescientas pinturas Elegy to the Spanish Republic, en la que con trazos certeros el artista –momentáneamente extranjero– disertó sobre una España que sufría rota en pedazos en 1936. En términos comparativos, es necesario explicar que la obra de Montero es única, sin embargo, es de las pocas capaces de transmitir emociones profundas con total ausencia de elementos figurativos, tal como lo hacen las obras de Motherwell diseminadas por las más prestigiosas
colecciones del mundo, incluida la del MoMA.
Ernesto ha superado, a fuerza de voluntad, situaciones difíciles. Como cualquier otro mortal, ha tenido opciones ante sí y, como cualquier otro mortal, ha elegido. Se quedó con el camino difuso, con la situación planteada y flanqueada por los peligros del olvido. Prefirió el acto entrañable del retorno a sus orígenes y, como artista que es, continúa creando desde Extremadura para el mundo sin enemistar vida y cultura; sin enquistarse en miedos, porque, a fin de cuentas, no hay capa protectora más eficaz que el cariño de los suyos.
Más allá del relieve historicista y el poder que le confiere su imaginación, L. Ernesto Montero es uno de los artistas visuales más conmovedores que he conocido en mis más de veinte años de gestión y comisariado en varios países. Frente a él he constatado que el perenne sacrificio de determinados sentidos provoca la luminosidad de otros. Gracias a él he conocido esos mundos interiores en que la imposibilidad misma es una nueva fuente de energía expresada en el desafío de viajar, comprender y mostrar, a veces, sin moverse de uno mismo.
Mariam NÚÑEZ MÁS
Comisaria
Chicago, julio de 2016
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