En julio de 2013, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos anunció la mayor multa impuesta a una compañía farmacéutica por un caso de fraude. La compañía británica Glaxo Smith Kline (GSK), se declaró culpable de tres cargos delictivos y aceptó pagar una multa de 3000 millones de dólares. Los cargos aceptados por esta compañía farmacéutica incluyeron la promoción fraudulenta para el uso no aprobado de sus antidepresivos paroxetina (Paxil®), la retención de datos de seguridad de rosiglitazona (Avandia®), prácticas ilegales en la venta y promoción de Advair® aprobada por la Food and Drug Administration (FDA) solo para uso en casos severos de asma, la colaboración para publicar un estudio clínico que sobreestima los beneficios de la paroxetina en niños y la venta sobrevaluada de medicamentos al gobierno federal.
Anthony Brink, en enero 2007, denunció ante el Tribunal Internacional de la Haya a los laboratorios Wellcome por genocidio, por suministrar AZT (un fármaco retirado del mercado por su alta toxicidad y nefastos resultados en tratamientos contra el cáncer) a los presuntos primeros casos de infectados por VIH, causando el fallecimiento de miles de personas, no por la enfermedad sino por el tratamiento. El medicamento Retrovir no dejó supervivientes en la dedada de los 80 y 90.
El Incarnation Childrens Center de Washington Heights, en Nueva York, es un orfanato que fue fundado en 1987 para hospedar y cuidar a niños de madres drogadictas, prostitutas o de pocos recursos. Este centro se convirtió a partir de 1992 en una unidad pediátrica de ensayos de medicamentos para combatir el sida. Niños con los que se decidió experimentar nuevos tratamientos o estudiar hasta qué límite se podían suministrar antiguos tratamientos ya descatalogados. Pruebas que a los pequeños internos se les obligaba a realizar aun cuando estos se negaban a tomarlo por las consecuencias negativas que notaban en sus cuerpos. Experimentos que llevaron a estos niños a sufrir agonías atroces y finalmente a la muerte de la mayoría de ellos…
En nuestro país y en tantos otros estas noticias han pasado desapercibidas, con alguna breve referencia en algún diario local, o directamente han sido silenciadas; sin embargo, han motivado editoriales en revistas como The New England Journal of Medicine o The Lancet. Que el negocio de las farmacéuticas tiene tintes un tanto oscuros y esta envuelta en ocasiones en un sospechoso ocultismo no es algo nuevo que nos sorprenda pero, ¿conocemos realmente la dimensión de al corrupción en esta industria? ¿Sabemos en qué manos dejamos confiadas nuestra salud?
Estas y otras preguntas son las que se hace el artista Miguel Leal y que le han llevado a investigar un poco más a fondo sobre la verdad de los fármacos, los diagnósticos y los intereses económicos generados por las farmacéuticas, hasta concluir en este proyecto artístico, VIDA TÓXICA, en el que deja al descubierto la posible verdad de una industria que no parece del todo transparente. Fiel a su linea de trabajo, Leal se hace con la deconstrucción, el collage y el lenguaje callejero para dejar al descubierto realidades y datos con la intención de escarbar en las conciencias, como él mismo afirma: “No estoy en posesión de la verdad absoluta como para emitir ningún juicio. Solo busco que cada cual saque sus propias conclusiones, la mía la tengo muy clara, si solo piensas en los beneficios, dejas de preocuparte de los seres humanos.”
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