Este delicado sentimiento que ahora vamos a considerar es principalmente de dos clases: el sentimiento de lo sublime y el de lo bello. La emoción es en ambos agradable, pero de muy diferente modo. La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura del infierno por Milton, producen agrado, pero unido a terror; en cambio, la contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando; la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón del Venus en Homero, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente. Para que aquella impresión ocurra en nosotros con fuerza apropiada, debemos tener un sentimiento de lo sublime; para disfrutar bien lasegunda, es preciso el sentimiento de lo bello. Altas encinas y sombrías soledades en el bosque sagrado, son sublimes; platabandas de flores, setos bajos y árboles recortados en figuras, son bellos.
La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime, conmueve; lo bello, encanta. La expresión del hombre, dominado por el sentimiento de lo sublime, es seria; a veces fija y asombrada. Lo sublime presenta a su vez diferentes caracteres. A veces le acompaña cierto terror o también melancolía, en algunos casos meramente un asombro tranquilo, y en otros un sentimiento de belleza extendida sobre una disposición general sublime. A lo primero denomino lo sublime terrorífico, a lo segundo lo noble, y a lo último lo magnífico. Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica.
Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado. Una gran altura es tan sublime como una profundidad; pero a ésta acompaña una sensación de estremecimiento, y a aquélla unade asombro; la primera sensación es sublime, terrorífica, y la segunda, noble. (…)
Immanuel Kant (1764) Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Komgsbey, Prusia.
Seascapes es una reflexión sobre el espacio, la materia, la luz, el color y el tiempo.
La mirada del mar atrapa, o mejor dicho, el mar atrapa la mirada del observador. El mar es un absoluto complejo, del que solo podemos experimentar pequeños instantes o momentos. Al igual que el río de Heráclito, no miramos un mar, o por lo menos nunca el mismo mar. Quizás esa sea la razón de su magnetismo, la imposibilidad de aprehenderlo. El mar es un infinito perfecto y es de color azul. Sin duda alguna, es un paisaje que conmueve… sobrecoge.
Seascapes explora la posibilidad de recrear desde la pintura alguno de esos instantes. Son momentos efímeros, que colocan al observador en una determinada situación, generada por una condición de luz y un punto de vista. En el fondo se trata de una propuesta, de una invitación a una experiencia. Una experiencia de luz, color, materia, espacio y tiempo.
La serie 1 está realizada en pintura acrílica enriquecida con pigmentos puros sobre tabla de madera de okume. Se aplica en veladuras muy finas que transparentan la textura de la madera, con sus vetas y geografías. Es un minucioso proceso de sedimentación del pigmento, que en su aleatoriedad recrea la naturaleza y sus meteoros.
Hay un deseo de interacción de las pinturas, de la misma manera que la mirada del mar cambia a cada instante, según cambian el propio mar, el observador y la luz.
“La belleza es el misterio de la vida. No está en la mirada, está en la mente. Es nuestra respuesta a la vida”.
Agnes Martin (1989)
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